Hoy hace 100 años que nació
Miguel Hernández.

La verdad es que siempre he sido más de Miguel que de Lorca, pero no por su poesía social: para mí es uno de los poetas más humanos que hemos tenido por aquí. Tuvo una vida corta, de las que muchos llamarían "injusta". Supongo que eso suele ser algo habitual entre los escritores, como si la inspiración fuese de la mano del sufrimiento.
No soy capaz de escribir nada que se acerque medianamente a lo que este hombre era, así que no lo voy a hacer.
Pero por si alguno no ha leído nada de él, os voy a dejar algo por aquí: Miguel Hernández tuvo dos hijos. El primero de ellos, Manuel Ramón, murió a los pocos meses de nacer. El segundo, Manuel Miguel, nació poco antes de que al poeta lo encerrasen (murió de tuberculosis en la cárcel). Allí recibió una carta de su mujer, Josefina, en la que le decía que sólo tenía para comer pan y cebolla.
Esto afectó tanto a Miguel que se encerró en su celda dos días y cuando salió, recitó de memoria las famosas y geniales Nanas de la cebolla. Os diré también que se las envió a Josefina en otra carta, en la que decía:
Estos días me los he pasado cavilando sobre tu situación, cada día más difícil. El olor de la cebolla que comes me llega hasta aquí, y mi niño se sentirá indignado de mamar y sacar zumo de cebolla en vez de leche. Para que lo consueles, te mando esas coplillas que le he hecho, ya que aquí no hay para mí otro quehacer que escribiros a vosotros o desesperarme...
Bésale los cuatro dientes que le han salido de mi parte, que pronto se los besaré yo con toda mi alma.
Y a su hijo:
Manolillo, hijo, bailaor, forzudo, cuqui de mis entrañajones, da ánimos a tu madre. Pórtate como un hombre, que no se eche de menos en la casa mis pantalones. Póntelos tú y un bigote postizo para que te respeten tu señora mamá y tus tías...
Así que, si no habéis leído las Nanas a la cebolla y puestos en situación, aquí os las dejo. Por cierto, si pasáis por Madrid, la Biblioteca Nacional tiene una exposición,
La Sombra Vencida, aprovechando el centenario del nacimiento del poeta. Disfrutad.
Nanas de la cebolla
La cebolla es escarcha
cerrada y pobre.
Escarcha de tus días
y de mis noches.
Hambre y cebolla,
hielo negro y escarcha
grande y redonda.
.
En la cuna del hambre
mi niño estaba.
Con sangre de cebolla
se amamantaba.
Pero tu sangre,
escarchada de azúcar,
cebolla y hambre.
.
Una mujer morena
resuelta en luna
se derrama hilo a hilo
sobre la cuna.
Ríete, niño,
que te traigo la luna
cuando es preciso.
.
Alondra de mi casa,
ríete mucho.
Es tu risa en tus ojos
la luz del mundo.
Ríete tanto
que mi alma al oírte
bata el espacio.
.
Tu risa me hace libre,
me pone alas.
Soledades me quita,
cárcel me arranca.
Boca que vuela,
corazón que en tus labios
relampaguea.
.
Es tu risa la espada
más victoriosa,
vencedor de las flores
y las alondras
Rival del sol.
Porvenir de mis huesos
y de mi amor.
.
La carne aleteante,
súbito el párpado,
el vivir como nunca
coloreado.
¡Cuánto jilguero
se remonta, aletea,
desde tu cuerpo!
.
Desperté de ser niño:
nunca despiertes.
Triste llevo la boca:
ríete siempre.
Siempre en la cuna,
defendiendo la risa
pluma por pluma.
.
Ser de vuelo tan lato,
tan extendido,
que tu carne es el cielo
recién nacido.
¡Si yo pudiera
remontarme al origen
de tu carrera!
.
Al octavo mes ríes
con cinco azahares.
Con cinco diminutas
ferocidades.
Con cinco dientes
como cinco jazmines
adolescentes.
.
Frontera de los besos
serán mañana,
cuando en la dentadura
sientas un arma.
Sientas un fuego
correr dientes abajo
buscando el centro.
.
Vuela niño en la doble
luna del pecho:
él, triste de cebolla,
tú, satisfecho.
No te derrumbes.
No sepas lo que pasa ni
lo que ocurre.