miércoles, 22 de septiembre de 2010

Unas frases cualesquiera

Play, por favor (enciende los altavoces, este texto necesita música) . Después puedes seguir leyendo si quieres.







Obviamente has decidido seguir. Es curioso: la gente ve la tele y lee sin el menor cuidado. ¿Nunca has pensado en lo que podría cambiar tu vida una imagen en un telediario o un fragmento de un texto? ¿Qué pasaría si fuese este? Ahora es un momento tan bueno como cualquier otro en tu vida para ese "despertar" que esperas, para ese shock que te lleve a la felicidad, a la sabiduría.

Sí, te estoy hablando a ti. Esto no va dirigido a nadie más.

Dime, ¿quién eres? Haz el favor de no moverte durante una milésima de segundo y piensa justamente en eso. ¿Quién coño eres? Ahí sentado delante de la pantalla como cada día. ¿Qué hace que tu nombre te haga referencia? ¿Qué diferencia tu ser del resto? ¿Qué le da a tu vida el privilegio de considerarse vida? ¿Qué te hace diferente del tío de la habitación de al lado? ¿Realmente eres diferente de él? Agarra un reloj, de los de agujas. Acércatelo al oído y cállate de una maldita vez. ¿Oyes ese insignificante sonido? Ese inofensivo vibrar de las manecillas del reloj ha podido con los imperios más poderosos sobre la faz de la Tierra, engulle a hombres, ejércitos, civilizaciones, estrellas, galaxias enteras. ¿Qué hiciste hace cinco días? ¿Llovía al levantarte? ¿O había nubes? Lo imaginaba, no te acuerdas, ¿no?. ¿Acaso crees que te sobran los segundos? ¿Que te sobran amaneceres como para ir olvidándolos así, como si nada? No me digas que te tragaste ese rollo hollywoodiense de que vivir es ganar los partidos de futbol americano con tu padre mirando, conseguir a la chica inalcanzable y que te den una beca porque tú lo mereces. ¿De verdad te sobran las respiraciones? El segundo que se te escapa ahora mismo era tuyo. ¿Lo recordarás toda tu vida? ¿O dejarás que se pierda como los demás?

Admítelo, no sabes vivir. Vegetas como un ficus a la sombra en el salón de alguna familia ejemplar. Asiente, asiente, asiente. Algún día tengo que, no puedo morirme sin, cuando acabe la Universidad voy a. Cuando pase todo eso te irás a tomar por el culo, como siempre. Como si tuvieses una vida extra al final de la partida. ¿Llegaste a leer ese libro que llevas años diciendo que tienes que leer? ¿Llegaste a saltar en paracaídas? ¿Le dijiste que la querías? Sabes, es un pensamiento extraño, pero es totalmente cierto: a cada una de las personas que conoces a lo largo de tu vida las verás por última vez en algún momento. En el caso de un desconocido en una gran ciudad, por norma general, ese último vistazo coincide con el primero. Pero ¿y tu gente? ¿Tu mejor amigo? ¿Tu amor? ¿Tus padres? ¿Recuerdas con precisión la última vez que les viste? ¿Qué hace este segundo diferente del de tu muerte, o la suya? ¿Qué ocurriría si ahora fuese ese segundo?

Pasas toda la vida puteado, haciendo lo que te dicen y absorbiendo información estúpida de los medios de comunicación, o de los programas del corazón, o de la facultad, de la Iglesia, del gobierno o de la madre que nos parió a todos. Perfecto, eres todo un maniquí.

Tiembla de una vez, coño. ¿De qué tienes miedo? Ama con todas tus fuerzas a quien puedas. Odia con todas tus fuerzas a quien quieras. Que te cueste decidir entre los dos sentimientos, si no, no merece la pena que lo intentes. Escucha las experiencias que te interesen con total atención, pero no aceptes un consejo jamás por la comodidad de evitar elegir. Equivócate, grita, pelea, llora, sangra, muerde. El balazo en la nuca vas a llevártelo de todos modos, al menos que se enteren de que estás aquí. No esperes que lo acepten, claro. A nadie le gusta ver a alguien con los cojones suficientes como para ser libre, pero es eso o no serlo. Recuerda que las leyes están para cumplirlas hasta que tú así lo consideres, ¿o acaso quienes hicieron las leyes tenían poder para decirte cómo vivir? Si crees que tienes que saltártelas es que se equivocaron al hacerlas. Cuida lo tuyo como si fuese lo único que tienes, porque resulta que es cierto. Que te teman cuando te enfades, que sepas con total certeza que al menos para una persona en el mundo eres imprescindible. Y no permitas que se te escape un sólo segundo más.

Haz lo que te de la gana. Pero vive de una puta vez.

jueves, 9 de septiembre de 2010

Se me quedan tristes las palabras

Se me quedan tristes las palabras
que aun gritadas con mi último aliento,
se saben incapaces de lograr
que tiembles todo lo que siento.

Y ni el corazón en carne viva
ni este aullido, mi dolor, mi tormento,
me sirven para devolverte
lo que me guardé en aquel momento.

Qué lejos estás a mi lado,
qué cerca cuando te pienso
y me olvido de los actos.

Me queda un te quiero abandonado,
tu olor en mi piel, como incienso,
y el atroz recuerdo de tu tacto.

lunes, 6 de septiembre de 2010

Un tic

Una de las cosas que más me fascina del tiempo que llevo vivido es la existencia de determinados instantes (escasérrimos, por cierto. Creo que los cuento con los dedos de las manos) en los que sin motivo aparente todo encaja. Y no me refiero a que todo vaya sobre ruedas, que vivas un mundo de yupi fantástico y el puzzle esté perfectamente montado. Es más, por lo general esos momentos se dan cuando la mayor parte de las cosas están tirando a torcidas, por no decir hechas una auténtica mierda. Pero durante un tic de reloj da igual, simplemente estás. Y lo único que haces es coger aire una única vez, como si tuvieses que mantener la respiración hasta el siguiente momento de este tipo (que puede tardar meses en llegar). Como si se tratase de un Nirvana momentáneo, la inspiración divina o una droga dura. Lo mejor es el segundo siguiente, cuando nada ni nadie pueden quitarte esa sonrisa agridulce y absolutamente indescifrable de la cara. Una sonrisa de salvaje, de loco. Una sonrisa de las que asustan. De las de verdad.



A coger aire.





P.D.: por si alguien lo ha pensado, sí. El videoclip está hecho con imágenes de Mundodisco. ¿Verdad que Muerte parece un buen tipo? Iba a poner el de los Blue Öyster Cult, pero no he podido resistirme...

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Rara avis

Mira qué criatura tan extraña, qué rara avis.
Mira qué manera de perderse en un camino recto.
Qué afan por matarse con cada tic. Con cada tac.
Observa como entra en esa jaula y la cierra por fuera.
Cómo arremete contra las olas sin ningún propósito.
Qué enfado con un destino inexistente y unos dioses paganos.
Qué horror por lo conocido, qué terror por lo conocer.
Mira cómo sangra hacia dentro y tiembla hacia fuera.
Qué interés por ser diferente a sus diferentes.
Qué desperdicio de libertad, qué pérdida de fuerza.
Qué manera de encadenarse con aire.
Cuánto odio porque sí, cuánto amor porque no.
Qué lágrimas tan mal lloradas.

Mírame, más de cerca.
Que nunca me vi tanto
ni me sentí tan poco.