(Octava parte aquí)
Escuchando a una pareja de jóvenes sentada al fondo del local y cuya risa iluminaba la atmósfera pasando por encima del ruido, me sumergí en mis pensamientos. Poco te importa el resto del mundo cuando descubres que vas a morir. Hoy me sorprendo a mí mismo sonriendo, a seis días de la tumba, sentado en la barra de una cafetería de poca monta y llenando mi alma de sorbos a un vaso de tubo empañado y medio vacío. En instantes como este, no obstante, la mente se ve repleta de reflexiones complejas e incoherentes sobre el verdadero sentido de la vida.
En el mundo en que vivimos, todos estamos numerados. El sistema te induce a formar parte de un colectivo de personas sin iniciativa, copias unas de otras. Hombres y mujeres dispersos que conversan en pequeños grupos, sin prisa por vivir, parapetados bajo la sombra de arces nudosos y que no parecen advertir tu presencia. Se te invita cortésmente a entrar en este rebaño de rostros idénticos a través de una educación mecánica, basada en conflictos bélicos y acontecimientos del pasado, y no proyectada hacia un futuro incierto y lleno de sorpresas; por lo que aprendemos a recordar lo que fuimos, y no a imaginar lo que podemos llegar a ser.
Siendo esto así, ¿para qué luchar por cumplir nuestros sueños? ¿Por qué no trabajar por vivir del fantasma del miedo a lo desconocido, el tedio y la monotonía…?
En este laberinto de días y experiencias, puedes optar por seguir el camino recto y lleno de baches que siguen todos esos clones en manada, o decidir, como decidí yo hace años, introducirte en la oscura y salvaje profundidad de un lago sin fondo, de manos de una mujer a la que llamas Confianza y apellidas Honestidad y Lealtad en uno mismo. La mujer sin la que no podrías vivir; la que contigo “verá el mundo”; la que te empujó con valentía al fondo de las tinieblas y te acompañó hasta el final, inducida por aquel Siempre-Niño que se niega a dejar de perseguir sus sueños y que llevarás dentro de ti durante el resto de tus días.
La incertidumbre que se siente al tomar la decisión correcta, al principio resulta asfixiante. Nadando sin rumbo fijo entre esa maraña verdosa de algas y tratando de aferrarte a una Confianza que de cada vez se aleja más de tus brazos, el arrepentimiento aparece cuando crees contemplar un pequeño rayo de luz a lo lejos que no sabes si llegarás a alcanzar antes de desfallecer. Una luz en la oscuridad. Una canción en medio del silencio. Nacer sin antes haber existido. Ser herido incontables veces pero no morir nunca. Lograr alcanzar tus propósitos es cuestión de esfuerzo y si eso pasa, las leyes del espacio y el tiempo dejan de formar parte de tu esquema vital. Como si volvieras a nacer.
Como si despertara de una pesadilla, volví de lo más profundo de mi ser. Me descubrí observando una de las mesas del fondo, aferradas al ventanal, y ocupada por una pareja de jóvenes adolescentes. No pude evitar recordarme a mí mismo en los ojos de aquel chico de pelo castaño y gabardina. Su pareja, una joven de aparentemente su misma edad, parecía feliz y sonriente mientras conversaban. En uno de esos juegos mentales sin sentido que todos tenemos pero de los que nunca le hablamos a los demás, bauticé al chaval con mi nombre… y a la chica la llamé Amina. Un nombre que siempre me llamó la atención, ya que precisamente significa confianza, honestidad y lealtad.
Sonriendo, me encaré a un viejo camarero que justo en frente de mí, desde el lado interior de la barra, se hacía servir de un paño blanco para secar los vasos y tazas goteantes que había en el fregadero. Era un hombre mayor, pero no fui capaz de precisar su edad. Tenía ya ciertas arrugas alrededor de sus ojos, los mismos que, sin embargo, parecían condensar la sabiduría de toda una eternidad, y aun así tenían ese brillo característico de la mirada de los jóvenes, llena de ideales y fuerza. Parecía ensimismado y a la expectativa de lo que pasaba en una de las mesas del fondo, aferradas al ventanal, y ocupada por mi ya fantasiosamente bautizada pareja de tortolitos.
En ese instante, un empleado algo más joven y de un marcado acento alemán al que oí que llamaban Raphael, se acercó a mi izquierda y, dejando sobre la barra una bandeja que contenía varios vasos vacíos y una tetera humeante, empezó a conversar con el viejo encargado en voz baja. Parecían envidiar la vitalidad de aquella pareja de soñadores. Interrumpí su caldeada charla y pedí la cuenta.
-Raphael, ¿cuánto es?...- pregunté- De acuerdo. Ah, por cierto, carga en mi cuenta lo que esté tomando aquella pareja de la mesa del fondo y… quédate con el cambio.- Dije, levantándome del taburete y depositando un billete en el bolsillo de su camisa.
-Nunca cambiarás, Gabriel… siempre serás como un niño. Espero que aproveches el tiempo que te queda… - dijo el viejo encargado, nostálgico, sonriente y ocupado en una de las últimas tazas húmedas que había en el fregadero.
Miré hacia la mesa del fondo. Sonreí.
-Ya me conoces… probablemente vaya a buscarla y le diga que la amo. Además, después de toda una vida basada en la lucha a favor de mis sueños, no me siento decepcionado. No me siento en deuda conmigo mismo ya que no he tirado mi existencia a la basura. Deberías probarlo, resulta excitante…- respondí guiñándole un ojo y dirigiéndome a la salida. – Hasta siempre, Miguel. –
Pero no respondió.
(Fragmento por John Oliver. Esta vez he permitido que se exceda el límite de palabras permitidas, ya que el autor ha hecho un esfuerzo por "unificar" un poco el jaleo predominante en el relato. Pediría que se intentase mantener ligeramente el hilo conductor, o será muy complicado poder continuar.)
¿Siguiente...?
Historia, familia y lucha obrera
Hace 7 años
Pues yo mismo sigo
ResponderEliminarHace tiempo que no paso por aquí, lamenté perderme el proceso de construcción de este relato, me encanta.
ResponderEliminarSi lo continúan, (y espero que sí) me prometo estar atenta.
Bravo :)
xx
guilo_will@hotmail.com
ResponderEliminarTodo un placer y un privilegio haberte conocido. Gran tarde de chistes horribles, sobretodo con un público tan fácil de complacer.
Bueno, bueno, algo se podrá hacer con la nota, espero presentarme a la recuperación en septiembre XD, no hay que ser tan pesimista...
ResponderEliminarP.D.: ¿y que si me hacen gracia? Cuando llegué a casa me seguí riendo de el de las gallinas esféricas en el vacío, qué jarto!