Me encontraba en mi habitación un día como hoy (hoy, para ser sincero) dándole vueltas a un asunto que me quitaba el sueño desde hacía ya un tiempo. El ventilador de la lámpara giraba de manera hipnótica en el techo con un ruido bastante desagradable, y un cigarrillo se consumía despacio en el cenicero de propaganda que había robado de un bar. Aburrido, me asomé al espejo que colgaba en la pared. Para variar, mi reflejo me miraba desde el otro lado.
- ¿Qué harías tú en mi situación? – pregunté, por hacer algo.
- ¿Quieres decir que haría yo si fuera tú?
- Si, bueno. O que haría yo si fuera yo, viene a dar lo mismo.
Mi reflejo puso cara de circunstancias y empezamos a discutir posibles soluciones al problema. Tardamos bastante tiempo, pero al fin llegamos a una solución que me convenció.
- ¿Y tú que harías? – pregunté de nuevo, más tranquilo ahora que ya sabía como acabar con aquel desagradable asunto.
- Justo lo contrario.
- Hm…no creo que eso funcionase aquí.
- No, allí no, desde luego – dijo, mientras una sonrisa iba apareciendo en su rostro – pero aquí va a ir como la seda.
Acto seguido me guiñó un ojo y se dio la vuelta. Sacó un revolver y una cajetilla con las balas correspondientes de un cajón de la mesilla de noche, cargó el arma, y salió por la puerta, dejándome delante de un espejo totalmente inútil. Me encogí de hombros, cogí el revolver que guardaba en la mesilla de noche, lo cargué, y me dirigí a la puerta. Y es que a veces las mejores ideas, al igual que las peores, son las de uno mismo.
Historia, familia y lucha obrera
Hace 7 años
De las discusiones puede salir lo peor, y más cuando son con uno mismo, que es quien mejor nos conoce.
ResponderEliminarYo, la verdad, soy de los que no me haría caso a mí mismo en nigún momento... Aunque siempre se me olvida.
ResponderEliminarjijijiji, radagast eres muy grande aunque veas el diario de patricia.
ResponderEliminar