martes, 10 de febrero de 2009

Un curioso caso de resurrección I

Aquella noche, el Doctor Edward Anderson bajó al laboratorio con la excitación de quien se sabe cerca de terminar un trabajo importante. Había pasado la tarde nervioso, dando pequeños paseos continuamente, y pensando en qué haría una vez concluído todo. El propio clima parecía haberse hecho cargo de su estado de ánimo, cubriendo el cielo de un manto grisáceo que amenazaba tormenta, y poco a poco fue levantándose viento. A la hora de la cena, los primeros rayos rasgaron la noche, y comenzó a llover con fuerza.

Cuando hubo terminado de cenar, el Doctor se preparó como había hecho cada noche durante los últimos tres días. Se lavó minuciosamente las manos, y entró al laboratorio. La bombilla emitía un cono de luz amarillenta que parpadeaba como de costumbre, y el olor a formol inundaba la habitación. Los utensilios estaban perfectamente colocados en la mesa auxiliar. El escritorio estaba repleto de apuntes de su puño y letra, y había varios volúmenes y atlas de anatomía colocados en distintos lugares.

Realmente no es que el Doctor no hubiese podido trabajar durante las tardes, pero no le gustaba. Era un hombre taciturno, noctámbulo, y sólo se sentía inspirado arropado por la oscuridad de la noche, cuando las tinieblas tienden su dulce mano sobre el mundo. Y no quería cometer ningún error.

Respiró hondo. Esa noche acabaría todo, si no surgían complicaciones. Y sin perder más tiempo, comenzó a trabajar.

Las horas fueron sucediéndose lentamente, sacudidas de vez en cuando por el sonido de los truenos. A pesar de encontrarse en un sótano, se escuchaba perfectamente el ruido de la lluvia cayendo inclemente. Pero ninguno de estas circunstancias perturbaban en lo más mínimo la concentración de nuestro protagonista.

Aquella noche quedaba por hacer el trabajo más delicado: conectar la bobina Tesla al sistema nervioso. Había que hacerlo con exquisita precisión, cualquier error daría al traste con todo el esfuerzo anterior y no podía permitirse ese lujo. Asi que una vez hubo acabado, casi temblando de la emoción, se obligó a calmarse y repaso tres veces que todo fuese correcto antes de continuar. Efectivamente, parecía estar perfectamente colocado.

Se separó ligeramente de la mesa, cerró los ojos, y accionó la bobina.

A los dos segundos, un espeluznante grito femenino rasgaba la noche.

...

10 comentarios:

  1. yo también.
    Todos tus textos son tan llevaderos que me da la impresión de que me están hablando, no de estar leyendo.
    La fiebre no sé si te inspira en los exámenes, pero vamos, que a la hora de escribir..

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  2. Vaya, me alegro de que os guste.
    Siento no ponerlo todo seguido, pero se haría muy largo (asi que no lo leería nadie, que os conozco), y además así se crea espectación (que malvado soy, verdad?)

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  3. Es sólo por un tiempo Barbija, no te preocupes. Habrá final :P

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  4. 1º, buen relato xD
    2º, mis condolencias por tu enfermedad, espero que te mejores y te apoyo en la decision de dejar de ser politicamnt correcto.
    y 3º, hace poco que he descubierto Oomph!, pero se ha convertido en uno de los grupos que mas escucho, es lo que tiene tener que rodearse de aleman, para poder familiarizarse con el idioma... ^^

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  5. Gracias Jolene, la verdad es que esos bichos se lo venían mereciendo ya desde hacía un buen tiempo.

    Asi que rodearte de alemán...¿lo estás estudiando?¿Cómo lo llevas?Yo hice cuatro años de aleman, pero ahora...más bien no :P

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  6. Haces bien, Desi.
    Mejor romper en varios trozos los relatos largos.
    Yo lo intento, pero me quedan unas cacho entradas que... bueno, no sé si lo leeréis, pero a mí me gustó escribirlos.

    Por cierto, me cago en el lugra en que lo has cortado, menudo suspense...

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  7. Lo de romper en trozos es más porque la gente lo lea y se enganche. Con el cuento de Marina, o el de Espías me da que la gente lo vió y...sí, mañana xD

    De todos modos, que sepas que yo sigo tu Tierra Serena desde el primer episodio, sigo esperando más!

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