viernes, 12 de junio de 2009

Relato común VI

(Quinta parte aquí)

Seguía mirando ensimismado a la multitud mientras intentaba recordar dónde había oído esa canción que ahora no podía quitarse de la cabeza cuando una voz le sobresaltó:

- Veo que por fin has despertado.

Era un hombre mayor, eso estaba claro, pero Gabriel no era capaz de precisar su edad. Su voz era grave, y tenía ya ciertas arrugas alrededor de los ojos. Sin embargo, su mirada era lo más desconcertante, parecía condensar la sabiduría de toda una eternidad, y aun así tenía ese brillo característico de la mirada de los jóvenes, llena de ideales y fuerza.

- Eso parece. ¿Se puede saber qué es este lugar?

- Jajaja. Por lo visto todavía no has recuperado toda la memoria. El shock ha debido ser grande. Poco a poco irás recordando más cosas.

- El número tres, toda esta gente… ¿Qué tengo yo que ver con todo esto?

- Igual de impaciente que siempre…

Ambos se quedaron callados mirándose el uno al otro. Gabriel creyó apreciar por un momento un rastro de ¿cariño? en la mirada del hombre. No estaba seguro, no duró más de un momento.

Tras esta breve conversación, el hombre se sintió satisfecho por lo que se dio media vuelta e hizo intención de introducirse en la casa.

- Un momento. Dime al menos quién eres tú.

- ¿Tampoco recuerdas eso? ¿No me recuerdas? Hijo, yo te cree. Todo lo que eres, lo eres gracias a mí. Ya era hora de que el hijo pródigo volviera al hogar ¿no? Ahora deberías descansar. Nos esperan unos días duros por delante y tú, al igual que BJ – dijo señalando a la mujer que el niño acababa de presentar a la pequeña multitud - eres fundamental. Y… Miguel, mi nombre es Miguel. Si necesitas algo, pregunta por mí.

Riéndose, Miguel entró en la casa, que bullía de energía, como si algo muy importante estuviera a punto de ocurrir.

(Fragmento por Esther)

¿Siguiente...?

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